Prólogo al Encuentro Documental 2009

El origen del Encuentro Documental del Instituto de Cine de Avellaneda se remonta a finales de los años 90. Creado por docentes y alumnos del Area documental de la escuela, intenta construir un espacio de reflexión y polémica acerca de la producción, la creación y la distribución del documental en Argentina por esos años.
El llamado Nuevo Cine Argentino tuvo una pata documental, no sincrónica a la ficción, ligada a la producción de egresados y docentes de escuelas de cine, realizadores independientes (algunos consagrados) y el comienzo de grupos de producción ligados a partidos políticos o movimientos sociales. Se renueva y actualiza así, un género que había sido injustamente desprogramado y desvalorizado en nuestro país.
Dada esta vitalidad, no es de extrañar entonces la aparición de festivales documentales (como el Festival de Video y Cine Documental nacido en nuestra escuela), la renovada importancia del documental en los festivales tradicionales, la aparición de una producción textual novedosa de teoría y estética documental, y la formación de grupos y asociaciones de documentalistas.
En ese marco se inscriben las primeras jornadas del Encuentro Documental de Avellaneda. Y con voz propia ya que el área documental de la escuela acumulaba por entonces más de diez años de trayectoria.
El incontenible desarrollo y abaratamiento de los equipos digitales, sumados a las políticas activas de apoyo a la producción por parte del INCAA, y la creación y desarrollo de circuitos alternativos de exhibición dejaron al descubierto que el problema principal de nuestro cine no es la producción sino la exhibición.
El dominio de las pantallas del circuito comercial por parte de las cadenas de multisalas asociadas con las distribuidoras extranjeras deja en claro que el problema del acceso de nuestras imágenes al circuito de exhibición es político, y que la construcción de un público interesado y amigable con nuestras historias, también lo es.
Esa es la clave oculta para el cine nacional (y latinoamericano) más allá de los géneros.
Esta situación no es exclusiva de las pantallas en las salas oscuras a las que tanto aspiramos. Lo es incluso en las pequeñas pantallas que se multiplican a partir del TV y el monitor (con acceso a públicos mucho más numerosos y cautivos).
La ley de servicios audiovisuales surge en esta coyuntura de conflicto con el poder de la distribución de contenidos, y plantea en su intención de regulación y en sus dificultades para aplicarla, esta realidad de concentración y disciplina social a que fuimos sometidos desde hace décadas.
Quizás no sea casualidad que justamente ahora haya una disputa (¿batalla?) sobre la representación de la realidad, el control de la opinión publica y del espectro radioeléctrico, así como de la legalidad de la empresas de comunicación.
¿Cómo nos ubicamos frente a estos “viejos” problemas, pero en una nueva coyuntura? ¿Qué plantea la ley de SAV sobre la producción documental? ¿Qué nuevas formas de comunicarnos permiten las nuevas pantallas? ¿Qué implica hacer documental en TV? ¿Qué posibilita o impide la imagen digital para representar la realidad? ¿Puede haber nuevas narrativas en el documental? ¿Se puede conjugar estética y compromiso, lo formal y lo político? ¿Cuáles son las fronteras del proceder documental?
En este presente cargado de conflictos y disputas ¿alcanza con “mostrar” lo real?
¿Como hacer para pensarlo? ¿La renovación temática implica una renovación formal?
Interrogar, renovar, investigar, reflexionar. Bueno, sólo se trata de respetar la tradición documental ¿no es cierto?
El año pasado, luego de un silencio de varios años, decidimos insistir en crear espacios para intercambiar ideas, en dejar que entre el afuera en la escuela, y en retomar el poner las cosas en discusión.
Recomenzar, en síntesis, con los Encuentros Documental IDAC.

Victor Bailo, Encuentro Documental IDAC 2009